El fuerte de San Cristóbal está situado en la cima del monte Ezkaba, una de las montañas pegadas a la ciudad de Pamplona. Este fuerte, también llamado fuerte de Alfonso XII, fue construido a finales del S. XIX pero debido a la aparición de la aviación de guerra nunca fue usado para el fin para el que fue concebido.
Sí que se usó como cárcel militar desde 1934 hasta 1945, principalmente para encarcelar a presos políticos tras la victoria franquista. Hay muchos documentos audiovisuales en los que los supervivientes narran las pésimas condiciones en las que fueron trataros todos aquellos presos.
El fuerte se hizo especialmente famoso por la fuga del 22 de Mayo de 1938 en la que 795 presos fueron protagonistas de una de las evasiones de cárceles más famosas de la historia, de todos estos solo tres consiguieron su objetivo de alcanzar la frontera de Francia, el resto fueron capturados o ejecutados directamente mientras intentaban la fuga.
Aunque a día de hoy sigue perteneciendo al Ministerio de Defensa, los últimos militares lo abandonaron definitivamente en el año 1991, presentando actualmente un estado de abandono casi absoluto.
Tras esta introducción sobre este curioso lugar paso a comentar como fue nuestra visita al fuerte. Antes de subir a él hicimos una parada en Berriozar para hacer el sendero Hazitxo, un breve paseo de 2 Km en el que se pueden ver 34 tallas de madera de Mikel Lasarte; todas ellas están integradas en la naturaleza. Además, el recorrido también pasa por la parte más antigua de Berriozar.
Aunque al monte Ezkaba se puede subir por numerosos senderos balizados nosotros lo hicimos con la furgoneta gracias a la carretera que sube desde Artika, uno de los pueblos que hay en las faldas del monte, al norte de Pamplona.
En el camino hacia el fuerte hicimos dos breves paradas para ver la enorme estatua del Sagrado Corazón de Jesús y también el monumento homenaje a los presos muertos en el fuerte.
Una vez en lo alto del monte aparcamos el coche y nos acercamos para ver la entrada principal del fuerte la cual como era de esperar estaba totalmente cerrada por una puerta con barrotes y numerosos graffitis políticos en los muros de alrededor.
El fuerte es enorme y eso que la mayor parte no es visible (hay varios niveles excavados bajo tierra), pero la mayor parte del recinto es innacesible, solo hay algunos zonas a las que se puede entrar y en ellas no queda mucho más aparte de la estructura de piedra; todas ellas están en la zona más occidental del fuerte. Yo llevaba la lección preparada desde casa así que sabía más o menos por donde poder acceder al fuerte.
Desde el parking nos subimos a la parte más alta donde está el buzón cimero y un poco más allá las enormes antenas de telecomunicaciones que se ven desde lejos; desde este punto comenzamos la visita al fuerte rodeándolo por su lado norte; tras avanzar un buen rato rodeando los muros se llega a unas escaleras que permiten bajar al foso. Desde aquí hay una primera zona que se puede visitar subiendo por unas inquietantes escaleras que suben al interior de un edificio. Aquí hay que que entrar con fuertes de luz porque hay zonas de oscuridad absoluta.
Luego estuvimos improvisando un rato y llegamos hasta otra zona de exploración situada más al oeste, esta vez bastante más grande, un auténtico laberinto de pasillos, escaleras y ventanas en la que me pareció que no era muy difícil perderse.
Para el final me subí a otra zona situada en la parte más alta y que luego descubrí que se trata del piso superior de la zona en la que había estado justo antes (la del laberinto). A esta última se accede sin problemas ya que está totalmente a la vista.
Cuando ya dimos toda la zona por explorada decidimos regresar al coche, esta vez rodeándolo por el muro sur.
A la hora de comer nos bajamos a Pamplona con intención de comer por allí de pinchos. Entramos en Pamplona por el barrio de la Rochapea donde me sorprendieron unos edificios industriales los cuales no dude en fotografiar.
Aparcamos en el parking gratuito de la puerta de Rochapea que hay junto al río Arga, está perfectamente situado ya que tras cruzar el puente a pie se accede a la parte alta del casco viejo usando un ascensor de acceso libre.
Al poco de salir del ascensor que te deja en la calle de los Descalzos nos topamos por sorpresa con el huerto urbano colectivo de Piparrika, está situado en un patio rodeado completamente de casas y es un lugar muy curioso.
Lo que no encontrábamos era bares de pinchos así que como se nos estaba haciendo tarde nos fuimos directos a la calle San Nicolás, pinchos muy buenos pero también muy caros.
La tarde estaba lluviosa y hacía frío pero aún así aprovechamos el par de horas de luz para visitar unos cuantos lugares de la capital navarra (la mayoría que ya conocía): Iglesia de San Nicolás, Estatua de los Fueros, Plaza del Castillo (donde entramos a ver el famoso Café Iruña), el Ayuntamiento (donde había una maqueta preciosa navideña), Calle Navarrería y Dormitalería hasta salir a la Ronda del Obispo Barbazán donde rodeamos parte de las murallas de Pamplona hasta llegar a la Iglesia de San Fermín y el Archivo Real de Navarra desde donde ya nos dirigimos de regreso al parking.